Por fin una soleada y calurosa mañana en el océano Atlántico, deben ser las doce del medio día, tal era el cansancio que acumulé el día anterior, que me ha sido imposible levantarme antes. Pero tras el que posiblemente haya sido el sueño más placentero de que he podido disfrutar, desde que tengo uso de razón, me levanto con las pilas cargadas y con fuerzas renovadas. El sol se refleja con intensidad en la inmensidad del océano, el mar esta en calma, como una balsa de aceite, parece ser cierto aquello que dicen “ tras la tormenta llega la calma”, bandadas de gaviotas sobrevuelan a Aguaribay incesantemente.
Pasan las horas y parece que no nos movemos, no hay brisa alguna, y parece que estamos atrapados en este inmenso manto azul, las temperaturas van cada vez más en aumento y el hambre empieza a apretar con fuerza. No hay quien pueda pasearse por cubierta, así que entro al camerino a prepararme un suculento plato de arroz con atún, pero antes, dejo puestas las cañas de pescar, a ver si esta vez tengo algo más de suerte. Anuk se ha pasado todo el medio día ladrando al mar, habrá visto algo y no ha parado ni un momento. Al rato cansado, ha entrado conmigo y se a tumbado a mis pies. Mientras yo leía algunos libros de etología, para una vez que lleguemos a la isla, pueda sacarle mayor provecho al perro, así no se dedicará únicamente a hacerme compañía, debo enseñarle a rastrear, a vigilar y a cazar.
Tras un par de horas encerrado, un repugnante olor invade todo el camerino, tras un par de minutos tratando de buscar el fétido olor, me doy cuenta que soy yo. No había tenido en cuenta la higiene personal y tras el arduo trabajo realizado ayer, el sudor ha dejado tras de si un aroma nauseabundo, así que voy a darme un buen chapuzon a ver si puedo desprenderme de el.
El día ha transcurrido sin ningún tipo de incidente, no ha picado ningún pez, el océano sigue calmado... Hasta que he visto a Anuk saltar por la borda, una gaviota se había postrado en la barandilla y él ha saltado para tratar de cazarla y ha caído al agua, mientras yo me encontraba tendiendo la ropa, al oír el impacto de Anuk con el agua, me he sobresaltado, al ver que no estaba, he ido corriendo en dirección hacia el ruido y lo he visto chapoteando en el agua, sin soltar la gaviota ni un solo momento, los nervios me han invadido, no sabia como actuar en una situación así, al fin i al cabo no deja de ser un perro, no sabrá cogerse al bote salvavidas. Finalmente, salto tras de él y me lo llevo nadando hasta popa y le intento ayudar a subir por las escaleras, pero por más fuerza que hago, no hay manera de subirlo, pero tras 6 o 7 empujones y un par de arañazos en mis muslos consigo que este suba al barco de nuevo. Agotado, se tumba en un rincón el barco a comerse su presa, yo agotado por el sobresfuerzo, me tumbo, haciéndome el muerto en el mar, para tratar de relajarme. Pensando en lo sucedido, me doy cuenta que tengo que andarme con mil ojos, pues cualquier pequeño incidente, sin la ayuda de nadie y sin los medios necesarios, pueden convertirse en una catástrofe. Cuando subo arriba, veo que una de mis piernas sigue sangrando, y derrepente se me pone la piel de gallina, solo de pensar que hubiese podido pasar si un tiburón hubiese andado cerca y hubiese olido mi sangre, por suerte no ha sido el caso. Me pongo algo de alcohol y iodo, para desinfectar la herida, me preparo la cena y a dormir.
1 comentario:
Qué valor. Anda que si ten pilla un tiburón...Menos mal que te llevaste a Anuk, así no te queda tiempo de aburrirte. Saludos amigo.
Publicar un comentario