Los primeros rayos de sol asoman por mi ventana, las temperaturas son elevadas para ser primera hora, será un día caluroso, un día más de verano, por suerte, en un par de semanas, las temperaturas se normalizaran.
Por fin voy a cargar todo el material en “aguarbay”, un velero de veinte metros de eslora. Me esperan por delante algo así como cinco mil kilómetros de viaje. Espero llegar a mi destino en menos de diez días, pues, Anuk, es una gran compañía y está acostumbrado a navegar, pero las horas en un barco, sin la posibilidad de hacer nada se hacen muy pesadas.
He cargado unos doscientos litros de agua, en garrafas de cinco litros, espero tener suficiente y que el viento y el tiempo me sean propicios y no me jueguen ninguna mala pasada, esta es la parte que más miedo me da. El tiempo, nunca es certero y en alta mar, hoy puede hacer sol y mañana levantarse un tormentón, no puedo controlar la meteorología, sino que es ella quien me controla a mí, pero una vez superado esto, lo demás debería ser coser y cantar.
Decidí atracar mi barco, en el puerto de la bahía de Cádiz, así me evito cruzar el estrecho de Gibraltar, y me ahorro un largo trozo de viaje, pues saliendo de Barcelona, el viaje hubiese sido un poco más largo, y como tengo muchas ganas de llegar a mi destino, mejor optimizar el tiempo al máximo.
Una vez encima de “aguaribay” me entra la nostalgia, y pequeñas lágrimas brotan de mis ojos, sentimientos de felicidad y tristeza se entrecruzan en mi corazón incesantemente. Pero debo reponerme, y ser fuerte, pues la primera etapa de mi viaje ya ha comenzado y sin lugar a duda va a ser la más dura, tengo que estar psicológicamente preparado. Anuk corre de punta a punta de la cubierta, le encanta navegar, desde bien cachorro, ha pasado largos días en alta mar.
Finalmente, suelto amarras y me voy. A medida que el barco se va alejando de la costa, esta se hace cada vez, más y más pequeña, me despido con aire nostálgico, saludando con la mano, sin esperar respuesta, solo despidiéndome del mundo en que nací.
Pasada la primera hora de viaje empiezo a reponerme, y dejo atrás la nostalgia, para centrarme en lo que tengo que hacer. Una vez bien amarradas las velas, coloco una caña de pescar en la popa, a ver si hay suerte y pesco algo para comer. Mientras tanto, me pongo a leer la novela de Robinson Crusoe, para que me inspire durante el viaje. El viento me es favorable, pero la temperatura es muy elevada, no se puede pasear por cubierta, el sol abrasa, así que pongo un cascabel en la caña y me voy para dentro a seguir leyendo. Parece que Anuk ya se ha relajado un poco, esta tumbado en cubierta a la sombra de la vela de pera.
Como me deshice de casi todo tipo de aparatos electrónicos, no sé qué hora es, pero por la altura del sol, diría que son cerca de la una. El estomago me empieza a rugir, así que voy a la despensa y me abro un bote de lentejas precocinadas, cojo mi horno solar, y los pongo en cubierta para que se calienten.
En el mar, si no tienes nada que hacer, el tiempo pasa muy despacio, tanto es así, que si no tienes modo alguno de distraerte, puedes volverte loco. Por suerte, pensé en ello y me traje todo tipo de literatura para matar el tiempo, desde libros de botánica, etología y veterinaria, hasta novelas de ciencia ficción. Supongo que ahora tendré tiempo de leerme la trilogía “del señor de los anillos”.
Tras comerme las lentejas, me echo una buena siesta, las horas pasan y no parece que ningún pez tenga la intención de picar, vuelvo a mirar el anzuelo, para comprobar el cebo, y no está, puede que haga horas que se lo haya perdido, así que esta vez, en lugar de una, pongo tres cañas, pues si pesco suficiente para alimentarme, no tendré que gastar la comida de la despensa y al llegar a la isla, dispondré de bastantes recursos.
La tarde pasa, sin ningún acontecimiento que la destaque. Apunto de anochecer, decido recoger velas, y parar un poco, a ver si hay más suerte en mi empresa de conseguir comida. Me he propuesto que si no pesco nada, esta noche no cenaré.
Me tumbo en la proa a contemplar las estrellas y en todo lo que me espera, cuando de repente, el tintineo de uno de los cascabeles llama mi atención, me levanto sobresaltado y corro hacia la caña en cuestión. Que emoción, por fin voy a comer algo, pero la expresión de mi rostro cambia al ver, un minúsculo pez, colgando del anzuelo, así que cojo el pez, lo arrojo al agua, y pongo un anzuelo nuevo. Al menos me ha picado uno, así que la esperanza aflora de nuevo en mí, pero a medida que avanzan las horas, me doy cuenta de que esta noche no voy a cenar.
Ya cansado de esperar, me entro al camarote con Anuk y ambos nos ponemos en la cama. Mañana será otro día, y espero que me vaya mejor.
2 comentarios:
Me tienes preocupadisimo con tu libro blog. Spongo que si no pescas mañana, tendrás mas botes de lentejas. Un saludo valiente.
como bien dije, tengo comida para un mes, solo que tengo que racionarmela. A ver si me pongo con el tercer día, que llevo un par de días sin escribir.
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