viernes, 16 de mayo de 2014

Sacrificio de equipo

Tras graduarse en 1892 de la escuela Royal National Mission to Deep Sea Fishermen, sir Wilfred Grenfell (1865-1940) se consolidó como médico misionario y se asentó en una pequeña provincia de las costas de la península del Labrador, en Canadá, para realizar trabajo social con los pobladores del lugar; era una zona fría, la mayor parte del tiempo congelada, que encerraba grandes peligros a los humanos. Para atender a sus pacientes, que por lo general se encontraban a decenas de kilómetros de su vivienda, Grenfell se desplazaba en trineo para atender lo más rápido partos, enfermos graves y niños que manifestaban fiebre.


 Un domingo de Pascua de 1908, salió de su hogar para atender una emergencia, para lo que debía atravesar en su trineo una bahía helada cuyo hielo se había adelgazado con la llegada de la primavera. A medio camino la capa superior se desgajó por el peso del trineo y los perros, y el témpano comenzó a desplazarse al interior del mar.

Esto significaba que para regresar a tierra debía nadar en aguas heladas, lo que con seguridad le causaría una hipotermia, pero si permanecía en la superficie se alejaría de la península y tarde o temprano moriría de sed y hambre. La única ventaja era que el pedazo de hielo se movía con exagerada lentitud. Grenfell se vio obligado a matar tres perros para poder beber su sangre y calentarse, y luego utilizó el resto de la jauría, los amarró, para que formaran una especie de balsa que le permitiera viajar en dirección contraria. Poco después unos pescadores lograron salvarlo cuando estaba medio congelado. La clave de su supervivencia, según contó en su diario, fue el sacrificio de su equipo. En homenaje a los animales, Grenfell bautizó con sus nombres las salas del hospital donde trabajaba.

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